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¿Por qué «La palabra dormida»?

El blog toma el título de mi primer poemario, editado en bilingüe con poemas escritos por mí en castellano y traducidos por mí al inglés. Estrenarme en el mundo editorial con un poemario bilingüe me pareció lo más natural, ya que me gano la vida como traductora audiovisual y publicitaria desde hace más de 15 años y escribo poesía y relatos en ambos idiomas desde niña. El blog pretende ser una extensión del libro, un lugar donde seguir explorando libremente el potencial expresivo del lenguaje y sus componentes, más allá del significado de las palabras.

El título viene inspirado por un poema de Paul Celan, poeta con el cual me siento extrañamente hermanada. Además de compartir profesión y la inclinación por la poesía, comparto con él —salvando las distancias— la experiencia del desarraigo, de haber vivido desde siempre permanentemente en los intersticios entre culturas. Es una experiencia enriquecedora, ciertamente, pero no por eso más fácil de llevar.

Al descubrir este verso, La eternidad, de Celan, la idea de «la palabra que dormía» me resonó. Me di cuenta de que, de tanto esforzarme por meterme continuamente en la piel de otros autores para interpretar sus intenciones, mi propia palabra, mi propia expresión creativa, se había quedado amodorrada, y sentí la necesidad imperiosa de despertarla.

La eternidad

Corteza del árbol de la noche, cuchillos oxidados

de nacimiento

te susurran los nombres, el tiempo y los corazones.

Una palabra que dormía cuando la escuchamos

se desliza bajo el follaje;

elocuente será el otoño

más elocuente la mano que lo recoge,

fresca como la amapola del olvido, la mano que lo besa.

– Paul Celan

 

la palabra dormida

        La palabra que dormía mientras la escuchamos


Paul Celan
mientras la escuchábamos
la palabra dormida
musitó su nombre
como si soñara
ser pronunciada
soltó un suspiro
lánguido y quejumbroso
que parecía expresar
un anhelo profundo y frustrado
de formar parte de una oración
de pronto bostezó
poseída sin lugar a dudas
por el deseo ardiente
de escuchar su voz
cuando poco a poco
empezó a desperezarse
todos entendimos
que le costaba cierto esfuerzo
definirse
pero al despertar
la palabra
—que ya no dormía—
se pronunció
se articuló
se declaró
e insistió
en traducirse a sí misma